viernes, 5 de octubre de 2007

Morenaza increible. La vez que tuve mi primera experiencia lésbica.

LA MORENAZA La vez que tuve mi primera experiencia lésbica.

Era una tarde de verano caluroso en mi ciudad de playas de río. Tomé mi bolsito con el bronceador y otras cosillas. Sobre la bikini me calcé una pollera corta, una camiseta y partí hacia la ribera del río buscando disfrutar de la playa y el buen sol. Había bastante gente y busqué un lugar libre donde tiré mi loneta, me quedé en malla y me acosté al sol, previo embardunamiento de bronceador. Saqué un libro que me había llevado como compañía y me puse a leer.

Una hora después abandoné la lectura y me senté a ver el panorama. Había de todo: chicas bonitas, algunos ejemplares masculinos interesantes y… de repente a pocos metros de mí se puso de pie una morocha que realmente llamaba la atención por su cuerpazo más allá de que llevaba un embarazo muy avanzado. Pero aún embarazada y panzona conservaba una elegancia y un porte de mujer que realmente me impactaron. Me debo haber quedado medio boba mirándola porque de pronto noté que me sonrió como futura mamá orgullosa de su panzota. Le devolví la sonrisa y tomé mi libro como para disimular cierta turbación que me invadió, en tanto volvía a la charla con otra mujer, seguro una amiga que estaba junto a ella.

Al poco rato la otra se despidió, tomó sus cosas y se marchó. Entonces me asaltaron unas ganas bárbaras de entablar una conversación con la morena y en cuanto tuve ocasión le pregunté de cuanto tiempo llevaba de embarazo a lo que me respondió que siete meses. Como estaba algo lejos salió de ella la invitación para que me acercara y así lo hice. Ella estaba sentada en una reposera y yo me senté en la arena a su lado. Enseguida nos pusimos de charla y me dijo que no lo estaba pasando nada bien con su embarazo y el calor, que su marido trabajaba en un barco pesquero y hacía ya tres meses que no venía, pero seguro desembarcaría pronto para estar durante el parto. Pasaron como dos horas de “cháchara” hasta que me dijo que era hora de irse y si no quería que me acercara hacia algún lado ya que estaba con su coche. Yo le dije que si gustosa y caímos en que vivía en idéntico sentido que yo, solo que mi casa estaba bastante más lejos de la suya. Cuando nos acercamos a su casa me preguntó si no quería que me llevara hasta mi domicilio, pero le contesté que no se molestara, que caminaría y me tomaría de paso alguna bebida por camino ya que estaba sedienta. Entonces me respondió que por qué no bajaba y nos tomábamos algo en su casa a lo que acepté. Me di cuenta que con ella tenía el “si fácil” y es que verdaderamente me había impactado desde que la vi y me despertaba algo indefinido, pero que se parecía bastante a la excitación.

Nos instalamos en la sala, con sendas gaseosas y el aire acondicionado a full. Y además seguíamos encontrando tema de conversación.

-Supongo que extrañarás a tu marido… su compañía ya que es el primer hijo que esperan, le dije.

-Si, claro, pero además y en confianza… tres meses es ya bastante tiempo sin sexo.Yo me debo haber puesto colorada porque ella sonrió y me dijo:

-Perdona que sea franca, pero no tuve intención de ponerte incómoda…

-No para nada, comprendo… solo que yo como soltera y sin novio no llevo un ritmo de encuentros sexuales como el que seguro lleva una mujer casada como vos…

-Si, pero más allá de eso te digo que cuando mi embarazo avanzó, mi marido perdió un poco de interés o al menos sentí que distanciaba sus acercamientos. El dice que no tiene nada que ver con mis formas… solo que teme hacerme daño… ¿Y vos? Novio no tendrás, pero no te faltarán pretendientes o alguien que te haga pasar un buen momento. Sos muy linda.

-Gracias y la verdad es que no te digo que sea una monja de clausura, pero bueno, tampoco me “engancho” con el que se cruce… Y te digo que hoy por hoy llevo un período de “sequía” algo más largo que el tuyo.

-Bueno, ya no te va a faltar oportunidad. ¿Me disculpas si te dejo un ratito para darme una ducha?… es que estoy llena de arena y me siento molesta.

-No, para nada, andá tranquila.

Se fue a bañar y yo me quedé ahora sí directamente excitada por la charla que habíamos tenido. Nunca me había acostado con una mujer, pero desde que la observé en la playa me había despertado cosas que ni yo sabía habitaban mi interior.

Volvió bien refrescada, con el pelo mojado y apenas una bata atada a la cintura que permitía ver gran parte de sus impresionantes pechos. Ya se había hecho de noche sin darme cuenta y le dije que era momento de marcharme.

-¿No querés acompañarme a cenar?

- Es que me esperaran seguramente en mi casa.

-Avisá por teléfono…

-Bueno.Llamé y mi madre no entendía mucho eso de que estuviera en casa de una amiga recién conocida y que me quedaría a cenar… creo no me creyó demasiado, pero tampoco me importó mucho.

Marisa, así se llamaba la “morenaza”, cocinó algo rápido y pronto estuvimos cenando y conversando cada vez más confiadas una de la otra. Era evidente que no solo a mí me agradaba su compañía sino que ella también se encontraba muy a gusto conmigo. Después de cenar nos sentamos en la sala y ya los temas de conversación pasaron directamente a lo relativo al sexo. Las dos estábamos necesitadas de ello y lo vertíamos en nuestra charla. Se fue haciendo tarde y…

-¿No te quedarías a dormir aquí? Hace tanto que estoy sola que mal no me vendría sentirme acompañada.

Y otra vez al teléfono y ya directamente le tuve que terminar cortando a mi madre que estaba segura de que yo estaba en cualquier otro lado menos donde decía.

-¿No tenés alguna ropa para prestarme así me puedo dar un baño y cambiarme?, le pregunté.

-Claro, andá a la ducha que ya te alcanzo algo.Cuando ya me estaba bañando entró y me dijo:

-Aquí te dejo algo, espero no te quede muy grande.Al terminar salí de la ducha y me encontré sobre una banqueta un elegante pijama… masculino y nada más.

Me lo puse y al entrar en la sala ella sonrió diciéndome que era lo más cómodo que tenía para ofrecerme. Yo no dije nada y también reí divertida preguntándole que diría su marido si me viera como su pijama.

-Nada porque no se va a enterar me dijo. ¿Nos acostamos? Vení conmigo… nuestra cama es inmensa y además en la habitación que estamos preparando para el bebé no hay aire acondicionado.

Ya en su dormitorio me indicó la cama y allí fui mientras ella se cambiaba. Dejó caer la bata al suelo para tomar del ropero un “baby doll” del estilo futura mamá. Lo hizo sin prisa de espaldas a mí. Allí pude tomar verdadera magnitud de su cuerpo. Era muy alta y su cola, a pesar del embarazo, guardaba las formas. Una espalda que al final se curvaba para partirse en dos nalgas poderosas y ese pelo negro rozándole los hombros… Era espléndida.

Después se vino a acostar junto a mí y solo dejó encendida una tenue lámpara en un rincón de la amplia habitación. Lentamente se recostó boca arriba. El “baby doll” se entreabrió dejando escapar su panzota de piel morena. Bajo las transparencias de la prendas se notaban claramente las areolas con que se remataban sus enormes tetas de hembra preñada. Sentí en ese justo momento una mezcla de ternura y deseo increíbles. Se volvió hacia mí y acarició con el reverso de su mano la tela del pijama por sobre mi panza y me sonrió tiernamente.

-¿Significa algo especial el que me hayas dado a poner esto?

-Puede ser…

-Mirá… quiero decirte que nunca tuve nada cono ninguna mujer, no soy lesbiana, pero desde que te vi esta tarde en la playa me has despertado cosas que no llego a entender, no sé que me pasa con vos, pero creo que de alguna forma te deseo…

Su respuesta no fue en palabras. Tomó mi cara con sus manos y me besó con una dulzura hasta allí desconocida para mí. Yo solo cerré los ojos y la dejé hacer. Me volvió a besar y me siguió besando hasta que todo mi cuerpo entró en ebullición. Mis tetitas de pronto se pusieron alerta y sensibles. Mi sexo empezó a humedecerse. Mi boca se dejaba recorrer por aquellos labios carnosos y esa lengua que no sabía de límites…

-Desnúdame… me pidió y parsimoniosamente le quité la escasa ropa que llevaba. Sentada en la cama recorrí con mis manos su cuello, sus tetas impactantes hasta llegar a la mata de vellos que cubría el pubis casi oculto bajo su barriga. Ella suspiraba. Me acerqué para besar suavemente sus pechos, mi lengua los recorrió una y otra vez hasta que mis labios se estacionaron un rato en cada uno para chuparlos como tratando de saciar un hambre que no lograba reconocer. Besé una y otra vez su panza a la vez que la acariciaba con todo lo que abarcaban mis manos. Marisa para entonces se retorcía en el lecho y murmuraba cosas que no llegaba a entender, pero que aumentaban mi deseo. Palpé su vulva y entonces oí claramente:

-Si… así… tócame ahí…

Me quité el pijama y moviéndome despaciosamente me instalé entre sus piernas entreabiertas para poder ver bien su sexo que ya por entonces chorreaba jugos que fluían incesantes de su interior.

Separé el matorral de pelitos y dejé al descubierto su concha maravillosa, de labios hinchados y tan rojos que se me antojaron rodajas de una jugosa sandía que pronto me estaría comiendo. Acerqué mi cara a ella y extendiendo la lengua la lamí hasta hacerla estremecer. A golpes de lengua fui abriendo su sabrosa concha y paladeando ese néctar que no paraba de emanar de sus entrañas. Ella abrió bien las piernas y le coloqué un almohadón debajo de la cola. Así no solo le lamí los jugos de su sexo sino además los que se habían deslizado empapando su culito. Lamí, chupé y palpé hasta que Marisa lanzó un largo suspiro, su corpazo se tensó y se vació en un orgasmo indescriptible.

Después se aflojó toda y quedó despatarrada en la cama transmitiendo en su rostro toda la paz y el desahogo que de golpe la había invadido.

-Gracias bebé, estuviste maravillosa. Déjame descansar que esto no terminó.

Quiero más y quiero darte a vos también lo que te mereces.Y claro que la cosa no terminó allí. Que va. Nos pasamos gran parte de la noche cogiendo de todas las formas posibles. Me demostró que era una experta mamándome la “chuchita” y me hizo acabar una y otra vez. Ella acomodaba su cuerpo y su panzota como podía para recibir mis caricias y mis incansables chupadas. Se puso en cuatro patas, con su enorme vientre y sus ubres colgando para que yo me paseara a su alrededor chupeteándola toda. Acostada debajo le mamé nuevamente las tetas y luego, poniéndome detrás me entretuve en lamerle la concha de bordes carnosos y saltones que era como un manantial inagotable de íntimos flujos.

Suavecito, suavecito le fui pajeando la concha con mi dedito mayor en tanto mi lengua embravecida le chupaba y penetraba el culo hasta donde le era posible. Así logré su segundo gran orgasmo y el que terminó (por esa noche) de dejarla satisfecha y agotada. Así fue mi primera experiencia lésbica y créanme que la disfruté hasta lo indecible. Y no fue la última.

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